Paternidad y Maternidad

Aspectos sociales y educativos de aceptación general, deben aplicarse a la personas en situación de discapacidad cognitiva cuando se discute si ellos y ellas tienen derecho a su cuerpo incluyendo la reproducción, o si dadas sus condiciones especiales y la escasa importancia que se les asigna por parte de la sociedad, es adecuado capacitarles ampliamente para que, con un conocimiento informado, decidan renunciar a dicha reproducción. Hay numerosos factores que deben examinarse profundamente, para asumir el tratamiento de esta temática tan importante:

  • Sexualidad Humana no es solamente el contacto físi­co, la genitalidad. Implica una relación interpersonal con todo lo que cada Hombre o Mujer es, y siente.
  • Desmitificar la maternidad y la paternidad, admitir que no es obligatorio tener hijos o hijas para demos­trar la feminidad o la virilidad, permitirá logros de in­dependencia y desarrollo a personas de todas las eda­des y condiciones.
  • La adecuada prevención, promoción y atención en Salud Sexual y Reproductiva no corresponde exclusi­vamente al sector salud. Requiere diferentes interven­ciones y la corresponsabilidad de sectores familiares, sociales, educativos, legislativos, empresariales, de ONG y otros, para promocionar derechos y deberes.
  • La ejecución de normas para la atención en salud re­quiere un trabajo especial con la niñez y juventud, para impactar a la población general y lograr prevención de la problemática sexual expresada en maltrato, abuso, imposición del embarazo, pornografía y prostitución infantil y juvenil, entre otras aberraciones.
  • La sociedad debe definir cuál es su ideología respecto a la sexualidad infantil y el embarazo precoz, para actuar acertadamente al respecto.

Historia de vida:

Tuve una relación con mi novio, compañero de la institu­ción. El insistía, me decía que sería muy rico hacer eso porque nos queríamos tanto. No me gustó, estábamos escon­didos detrás de unos árboles, yo tenía miedo de que nos en­contraran, me dolió, fue muy feo. Me sentí triste y no tenía con quien hablar. En la casa lavé mi ropa muy asustada, que nadie se diera cuenta porque sabía que me pegarían horri­ble, como lo hace a veces mi papá, por haber hecho algo tan malo. Mi novio siguió insistiendo pero yo no quise hacerlo más y él se enojaba. Después me sentí enferma, mi mamá se dio cuenta, mi hermano me pegó mucho, mi papá no tanto. Me decían “descarada, eso sí lo sabe hacer”. La directora de la institución me echó y a él no. Mi hijo ahora tiene ocho años y muchos problemas como los que tenía el papá. A veces le pego porque es necio y me desespera estar encerrada haciendo oficio; que Carlitos no conozca a su papá, y que yo no lo haya vuelto a ver porque mi hermano no me deja. Estoy sola. En mi casa no me quieren, mi papá se fue, mi mamá trabaja todos los días en una casa de familia y llega muy tarde, mi tía que vive cerca a veces me acompaña para cuidar a Carlitos y no sé de mi novio, si todavía me recuerda como yo a él. Mi nombre es Diana, soy muy flaca a mis 24 años. Antes me gustaban las flores y los pájaros, me reía mucho con mis amigos, pero aho­ra no me gusta nada y me dicen que no puedo ser así, porque es mal ejemplo para mi hijo y yo no quiero eso. Lo único que quiero es que él sea feliz.